Se trata de un autorretrato en un espejo esférico. Vemos la mano del propio pintor que sujeta una esfera de cristal sobre la que se refleja toda la estancia en que se encuentra. Y vemos esa mano en el plano real y en el plano reflejado; es el elemento de unión entre la realidad y lo reflejado.
Las propiedades de los espejos esféricos hacen que el punto medio entre los ojos quede siempre situado en el centro del círculo. Se puede desplazar la esfera, se moverá la imagen reflejada, pero los ojos y la imagen del observador no pueden escapar nunca.
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